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CUENTOS

—No lo escuche, padre, Alberto está loco, no sabe lo que provenía de injertos glandulares… Luján era el anciano
dice, está mal de la cabeza. asesino y su máscara era la de la eterna juventud. ¿Pero
hasta cuándo le duraría?
Esa noche no pude dormir. Un torbellino de ideas me inva-
día totalmente, se entrecruzaban con pasmosa rapidez… se Con esa verdad a cuestas me refugié en la iglesia, mientras
iban y volvían para ir dando forma a la verdad largamente entregué todo lo que sabía a la Policía para que siguieran
sospechada. Tratando de no hacer ruido, bajé lentamente con las investigaciones hasta descubrir la verdad».
las escaleras camino a la biblioteca de la casona. Silencio y
oscuridad. Encendí una pequeña lámpara y rebusqué en- Allí terminaban las páginas del diario del padre Martin…
tre los estantes cierto libro del que había escuchado men- no pude saber más del caso hasta que el inspector me visitó
cionar al muchacho Alberto: Tratado de Endocrinología, en la misma iglesia en la que el padre Martin se había refu-
por Buronov. Entre sus páginas, las anotaciones con la le- giado hasta su muerte.
tra inconfundible de Alberto: “injerto realizado en enero… Lo que me narró el inspector no me dejó duda de las conse-
no hubo sinergia, los implantes glandulares se desgastan cuencias de jugar con la naturaleza humana… pero eso, eso
rápidamente… Dr. Escalante”. es tema para otra ocasión.

La verdad, ahí estaba la verdad: Luján y Alberto tenían un POR: MIQUELA BONILLA TORRES
antifaz que no se puede arrancar, una falsa juventud que
Colegio Ecuatoriano Español América Latina
&

El Deflector

sos infames despreciables nos reprimen para evitar
consecuencias que amenacen su frágil mundo de
Ecristal. Sí, “de cristal”, así nos llaman desde hace dé-
cadas. Se refieren a nosotros como “débiles” e “inestables”,
solo porque, a diferencia de ellos, nosotros somos seres sin-
tientes. Nuestros antepasados no eran persistentes por no
sentir, lo eran porque los prejuicios los volvían esclavos del
miedo.

Este gobierno anticuado derramó hasta la última gota de
sudor para apagar nuestro ruido, hasta nos quitaron la
oportunidad de vivir. Durante la etapa de la inmersión nos
ahogaron con miles de discursos y propagandas:

“Apreciados conciudadanos, he aquí la invención más
grande de la historia. ¿Siente que sus emociones lo
llevan a reaccionar de manera no deseada? ¿No lo-
gra controlar lo que siente cuando se relaciona con
las personas? ¡No se frustre más! De ahora en ade-
lante, usted ya no será un problema para nadie. ¡Sea
libre de hacer sus berrinches de bebé, porque este
espacio sí que es perfecto para usted!”.

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